Poder empresarial
Si se acuerdan de los manuales de historia, no les sorprenderá si les digo que pasamos del poder de la Iglesia al del Estado y ahora de las Empresas. De hecho si miran la ciudad donde vive, es bastante probable que los edificios más grandes sean ahora los de las empresas, pasando la aguja de la catedral y cualquier edificio gubernamental. En el caso de Guayaquil, tenemos a la Torre The Point. En Quito sigue siendo la Basílica seguida de la Torre CFN de la Fiscalía y luego de la Torre Unique pero una vez terminado el proyecto de Uribe&Schwarzkopf por La Carolina y previsto para este año, será la torre IQON.
Pero a la diferencia de esas épocas, las empresas buscan exclusivamente sacar utilidades, con una práctica fuertemente egoísta. Al menos las Iglesias y los Gobiernos, con todas sus derivas posibles, actuaban para el bienestar de todos.
El poder acumulado de las empresas ha superado cualquier otro poder. 0,7% de las empresas a nivel mundial controlan el 80% de las riquezas, según un estudio realizado por 3 investigadores de la Escuela Politécnica de Zürich. La valoración en la bolsa US de las famosas GAFAM, es equivalente a 70 veces el PIB del Ecuador. Si fueran un país, estarían en el rango nº3 a nivel mundial, después de China y Estados Unidos. Apple siendo la cabeza de las GAFAM.
Es decir que una empresa hoy puede influir en las políticas de estado, gracias al lobbying, orientar elecciones a través del financiamiento de campañas, manejar la opinión adquiriendo medios de comunicación, y manipular a la población gracias a un marketing digital agresivo y sutil.
Son las que extraen la materia prima, producen consumos útiles o superfluos y terminan contaminando nuestro entorno a tal punto que hoy día se les hace difícil hacer creer que todo sigue sin consecuencias a futuro. El Covid y el Calentamiento Global desmiente sus discursos.
Pero también son las que pueden rápidamente cambiar los modelos económicos para volverlos más virtuosos, influir en el cambio de comportamientos a través de su marketing poderoso, generar una toma de conciencia a gran escala.
Cambio de paradigma
La R.S.E. o Responsabilidad Societal de las Empresas se ha vuelto una herramienta imprescindible, casi impuesta por los consumidores, quienes cambian su forma de consumir, considerando cada vez más el impacto de los productos en el ambiente.
Según el estudio de la consultoría francesa Utopies, un consumidor que percibe el compromiso socioambiental de una marca tiene una intención de compra 2.4 veces superior a quién no lo percibe. En el sector del turismo y transporte ese valor sube a 4.7. Es decir que una empresa que todavía no ha entendido la importancia de comprometerse se verá rápidamente afectada por los cambios de consumo de sus clientes.
En el caso de Ecuador, ese cambio vendrá probablemente del exterior, pero las empresas que exportan se verán confrontadas a nuevas normas impuestas por sus mayores socios económicos.
Desarrollar una RSE no es solo una cuestión de adaptación al nuevo mercado. Definir su razón de ser no solo es una especie de nuevo lema impreso en grandes banderolas a través de la ciudad. Si las empresas no llevan una verdadero proceso de auto-cuestionamiento cuanto a su existencia y su rol en la sociedad, caerán en un ejercicio superficial, lleno de contradicciones y de falsedades, incluso contra-productivo a medio plazo, que le harán asociar a las prácticas de green washing o según el nuevo termino de mission washing.
La credibilidad de la empresa será un criterio de importancia para los consumidores. Según encuestas hechas por la Harvard Business Review, el 80% de los empresarios consultados es consciente de que la satisfacción de los asalariados, la resiliencia de la empresa y la fidelidad de sus clientes dependen de una Razón de Ser sólida. Esa cifra resuena con la del 87% de consumidores encuestados en Francia que dicen no esperar de las empresas que sean perfectas, sino honestas con sus compromisos y su contribución para resolver los problemas globales.
Hemos cambiado de época, volver a la normalidad es una ilusión y una esperanza sin fundamento. Con esa pandemia muchos actores económicos se dieron cuenta de las consecuencias a nivel de los consumidores. Esperar que sean los otros quienes hagan los cambios es regresar al campo de batalla sin preparación.
Participe al cambio, sea parte de la vanguardia y no seguidor. Adaptar su modelo le dará más posibilidades de sobrevivir a lo que viene y así consolidar sus ganancias y su imagen.