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El metaverso, ¿Eldorado virtual o valle de la muerte?

Este concepto circula en muchas revistas, asociado a la evolución de Internet hacia la Web 3.0 y sus promesas tecnológicas. La reciente moda de las criptomonedas y las NFT nos ha permitido vislumbrar la aparición de mundos paralelos hechos de virtualidad y potencialidad. Como empresario y como individuo, ¿ha captado realmente la revolución que anuncia esta evolución?

Algunas aclaraciones semánticas

Antes de cruzar la cuarta dimensión, veamos algunos datos:

  • Las criptomonedas son monedas digitales cuya particularidad es que se producen ex nihilo a través de la red informática. La mayoría de estos activos virtuales se basan en mecanismos de autentificación iniciados con Bitcoin, llamados blockchain.
  • Blockchain: es una tecnología que permite realizar transacciones a través de la red, sin necesidad de un organismo centralizado (un tercero de confianza) como los bancos tradicionales, pero garantizando la seguridad y el anonimato.
    Es una revolución estructural y silenciosa, que se hace eco de los sueños libertarios. Imagínese que se vota por Internet sin posibilidad de fraude. O prescindir de los bancos, de los notarios, de los funcionarios públicos corruptos o ineficientes… en fin sus aplicaciones son inmensas, aunque esta maravilla aún sólo se conozca a través de las criptomonedas.
  • NFT: «Non Fungible Token». Para variar, esta aplicación de blockchain se ha dado a conocer por la venta de imágenes calificadas como «artísticas» a precios insolentes. Lo importante que hay que recordar sobre las NFT es que la blockchain puede utilizarse para hacer que un artículo digital sea único. Es como un título de propiedad inscrito en el gran registro de acceso público que es la blockchain.
  • Web 3.0: recuerden, los que tengan más de 30 años, las primeras pantallas negras con letras verdes tipo Matrix, gracias a las cuales podía empezar a comunicarse con otros usuarios de otros países y leer unas cuantas páginas estáticas… Luego llegó la versión 2.0, la que conocemos hoy, con más interconexión y aplicaciones de mensajería que nos llevaron a las redes sociales.
    Bueno, bueno… aquí llega la 3.0, que podría resumirse como una Internet descentralizada. Con la blockchain como estrella rockera, lo que permitiría a esta versión resolver inconvenientes como el problema generado por la falta de gobernanza (de ahí el control que toman unas pocas grandes empresas), la vulnerabilidad de los datos personales y la seguridad en general debido a la multiplicación de las identidades digitales.

El metaverso, un concepto multifacético

¿Y qué pasa con el metaverso? Si has probado los videojuegos en las últimas videoconsolas, sabes lo que es sumergirte en un universo virtual asumiendo la identidad de un personaje.
El metaverso ofrece una experiencia similar, pero con el uso combinado de varias tecnologías que involucran todos nuestros sentidos en una inmersión total, creando un Internet espacial ultraconectado. Uno puede reunirse en una sala de trabajo, rodeado de colegas, o trasladarse a un planeta totalmente imaginario, o simplemente reproducir un lugar del mundo real para realizar todo tipo de actividades. Uno se somete entonces a las leyes y reglas diseñadas por el creador del universo.

El chaleco háptico de Owo simula muchas sensaciones físicas en la realidad virtual. Patrick T. FALLON / AFP

Habrás probado o visto esos famosos cascos de realidad virtual o aplicaciones de realidad aumentada (con mucha información superpuesta a lo que ves delante… cuando no estás totalmente pegado a la pantalla de tu smartphone, claro).
Es probable que en los próximos años aparezcan sistemas que añadan, por ejemplo, olores y mejoren la experiencia táctil.
El confinamiento nos ha hecho probar la alegría de las interfaces que ofrecen Zoom o Google Meet para reunirnos virtualmente. Este es un primer paso hacia el metaverso.

Los alcances

A juzgar por las colosales sumas invertidas por muchos grandes actores económicos, o están locos o apuestan por un futuro brillante para este Eldorado prometido.

Se dice que el mundo de los metaversos capitalizará más de 30.000 millones de euros a principios de 2022; en 2021, Facebook se convierte en Meta y anuncia haber invertido cerca de 10.000 millones de dólares en I+D sólo en 2021; la agencia financiera Bloomberg habla de 800.000 millones de dólares de ingresos para 2024; y Morgan Stanley estima el mercado de la moda en el metaverso en 50.000 millones de dólares. Estas cifras marean, como lo hacen los cascos virtuales…

En un mundo virtual, cabe imaginar todo tipo de actividades comerciales, empezando por la adquisición de objetos virtuales utilizados en los juegos gracias a las criptomonedas. Colocar vallas publicitarias en estos espacios imaginarios, organizar conciertos, probarse una gama de ropa… los usos con valor comercial sólo tienen límites virtuales en un mundo donde la mercantilización es una profesión de fe.
Las agencias inmobiliarias digitales están adquiriendo parcelas virtuales en metaversos como Decentralandpor cientos de miles de dólares. Sotheby’s, la famosa casa de subastas, ha abierto incluso una sala de subastas allí.
Las obras de arte en forma de NFT pueden comprarse por decenas de millones de dólares cada una.

Aplicaciones que desafían la imaginación

Antes de hablar de inmersión total y continua, hay que imaginar las transiciones desde las realidades del mundo físico -soy jefe de obra en una construcción- hasta los momentos de inmersión en el mundo virtual -interrumpo mis actividades en la obra para ponerme un casco de RV y participar en una reunión para negociar un nuevo contrato, en un espacio diseñado para ello, donde tengo a mi lado a mis colegas y frente a mí a nuestros posibles futuros socios-. En una pantalla a mi izquierda se proyectan los planos de una zona residencial que quieren construir en Quito. Frente a mí, sobre la mesa, están las hojas de un pliego de condiciones… En definitiva, habrán entendido que el metaverso simula un espacio donde se reúnen las condiciones para realizar determinadas tareas, incluso complejas, a distancia, reuniendo información útil gracias al uso de objetos conectados (IoT) y herramientas de trabajo compartidas, así como sofisticadas interfaces para actuar en este lugar colectivo.

Me refiero a las posibilidades de las empresas, pero podemos imaginar perfectamente una reunión de amigos en Facebook, todos dispersos por el mundo.
Sobre todo porque el metaverso, aunque el concepto no es tan reciente, ha evolucionado en gran medida con el desarrollo de los videojuegos y la creación de universos de fantasía así como de escenarios hiperrealistas.

Captura de pantalla del juego de Second Life. HyacintheLuynes/Wikimedia, CC BY
Veamos un último ejemplo de aplicación, el de la salud. Un cirujano requiere la asistencia a distancia de un especialista de renombre mundial. El quirófano está equipado con las herramientas necesarias para superponer el avatar del especialista a la realidad, de modo que pueda acompañar los movimientos del cirujano. En la sala contigua, los internos que tienen que realizar procedimientos quirúrgicos sin tener que cortar cadáveres se sumergen en una simulación muy realista y juegan con el bisturí virtual.
He aquí otro ejemplo con aspectos aparentemente positivos: probablemente habrás oído hablar de Minecraft, un videojuego que reproduce un mundo hecho de ladrillos toscos, como los legos. En ella, la ONG Reporteros sin Fronteras ha creado una biblioteca, The Uncensored Library, para facilitar el acceso a la información a los habitantes de países en los que la censura es la norma.
Vista desde arriba de la construcción del complejo de 'The Uncensored Library'. RSF

¿Existen peligros?

Obviamente, son múltiples, como para cualquier nueva tecnología con gran potencial. Si las redes sociales han permitido involuntariamente la aparición de peligros cuyo impacto aún no hemos medido, no es descabellado prever amenazas mucho mayores en un entorno tan rico y complejo como el del metaverso, donde pueden acechar muchas cosas.

En primer lugar, es importante entender que el cerebro humano a veces tiene dificultades para distinguir entre lo que es real y lo que es virtual. Aunque gestione estas dos realidades de forma diferente, sobre todo en lo que se refiere a la orientación espacial, hay impactos reales en el funcionamiento del cerebro. Algunos científicos sugieren incluso que esta actividad en el mundo virtual deja huellas indelebles en nuestra red neuronal. Ya sea que provengan de simulaciones o de la vida real, las emociones generadas por una experiencia en el metaverso son absolutamente reales y generan la producción de hormonas en su cuerpo que no son virtuales.

En mayo de 2022, una joven investigadora de la ONG estadounidense SumOfUs declaró que había sido agredida sexualmente en el metaverso. Además de otras escenas transmitidas por Internet – como aquellas parcialmente difundido – existe un vacío legal en el que el acto físico no tiene equivalente en el mundo virtual. Tanto es así que la única respuesta actual es técnica, a través de funciones activables, no siempre disponibles, como Personal Boundary en Meta, para definir un espacio de protección alrededor del propio avatar, o SafeZone, que teletransporta al personaje a otro espacio virtual seguro.
Así, se puede imaginar el refinado abanico de delitos que tendrán que ser objeto de jurisprudencia.

Si estos mundos virtuales ofrecen un entorno de vida mejor que el de una sociedad degradada por los excesos de nuestro modo de vida, es seguro que muchos querrán pasar allí el tiempo, quizás incluso la mayor parte de su existencia, reforzando así una forma de fobia social. ¿Podría esta identidad virtual relegar entonces la identidad real al armario?

A esto se añade la cuestión de la soberanía nacional y la libertad individual, en un espacio que podría parecerse muy rápidamente a un far west sin más regla que la de aplastar al prójimo digital, sobre todo porque es un universo ideal para expresar los instintos reprimidos. ¿Qué medios se pueden utilizar para regular un dark metaverse y vigilarlo si la actual darknet parece un lugar sin ley?

¿Sin nubes en el horizonte?

Las amenazas actuales para el planeta y para la humanidad en general se refieren también, obviamente, al desarrollo de estos mundos digitales.

La ejecución de la Web 3.0 y sus metaversos requiere más recursos informáticos. Estos recursos, que son muy reales, consumen energía, que no estamos seguros de poder producir a esta escala, y requieren materiales cuya escasez es cada año más evidente. Mencionemos sólo el petróleo, que es la base del 80% de las actividades de nuestra sociedad, y por tanto necesario para la fabricación de ordenadores y equipos de producción de energía alternativa.

Sin una revolución social, sin un cambio de paradigma, es aún más probable que el uso de los metaversos se limite a una pequeña franja de la población mundial, mientras que los demás sobrevivirán o sólo se entregarán a los metaversos ocasionalmente, como una droga utilizada en forma de escape.

Pero aún no hemos llegado a ese punto, y pasarán algunos años antes de que estos supramundos se inviten en nuestra vida cotidiana de manera persistente. Sin embargo, los gobiernos, las empresas y los particulares tendrán que estar atentos y anticiparse a menudo a la llegada de estos exoplanetas digitales.

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